Ríos contaminados en América Latina: una crisis ignorada por los gobiernos

En toda América Latina, diversos cuerpos de agua enfrentan condiciones críticas debido a descargas industriales, residuos domésticos y minería descontrolada. Un ejemplo alarmante es el Río Santiago en Ecuador, afectado por la actividad minera sin regulación; o el Río Reconquista en Argentina, que atraviesa una de las zonas más pobladas del país y recibe aguas negras desde hace décadas. Esta problemática evidencia un patrón común en la región: gobiernos permisivos, empresas irresponsables y comunidades desprotegidas.
En 2015, un dique de una mina de hierro colapsó en Mariana, liberando millones de metros cúbicos de lodo tóxico. El desastre mató a 19 personas, devastó ecosistemas y dejó sin agua potable a cientos de miles. A pesar de las promesas de remediación, gran parte del daño sigue sin repararse. Las empresas responsables, Samarco (propiedad de Vale y BHP Billiton), han enfrentado multas millonarias, pero las víctimas denuncian que la justicia avanza lentamente.
Las organizaciones ambientales han alertado sobre la relación entre ríos contaminados y enfermedades como el cáncer, diarreas crónicas y afecciones respiratorias. El Banco Mundial ha reconocido que la contaminación del agua en América Latina es una de las principales causas de enfermedades prevenibles, especialmente en niños. A pesar de estos datos, los presupuestos dedicados al saneamiento y monitoreo del agua son reducidos o mal utilizados. Se invierte más en infraestructura extractiva que en sistemas de tratamiento y conservación.
La región requiere una gobernanza ambiental sólida, basada en el respeto a los derechos humanos, la participación ciudadana y la justicia climática. Los pueblos indígenas han sido defensores clave del agua, pero son constantemente desplazados o criminalizados. La comunidad internacional también tiene un papel importante, apoyando con financiamiento, vigilancia y cooperación científica. Sin embargo, mientras los ríos mueren lentamente, los gobiernos parecen mirar hacia otro lado. La pregunta es cuánto tiempo más podrá sostenerse este modelo insostenible.